monaguerra

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¿Es la cara el espejo del Alma? Mona Guerra resuelve la pregunta mediante la prueba empírica a que de hecho la pregunta nos invita: destruir el espejo familiar de la apariencia y ver, abiertos de par en par los ojos, qué es lo que hay debajo. El análisis de cualquiera de sus obras nos lleva de inmediato al análisis mismo que la pintora se propuso de cara a la cara del hombre, a su gusto, a sus horas (altas y bajas), a sus trabajos y sus días.

Mona guerra nos presenta al hombre en cueros y en huesos. Desguazada de arriba abajo la apariencia, una sola sucesión de trazos viene a procurarnos noticia de lo que fue aquel espejo apariencial en el suma y sigue de los fragmentos que ahora conforman y reconforman la manera de ser del nuevo retrato. No, no es lo de fuera lo que reclama la atención del que a sus obras se asoma. Es lo de dentro lo que se nos ofrece en el zigzag de un relámpago.

Figuras son, las suyas, relampagueantes, sorprendidas y alumbradas en el trance primero de su constitución última: líneas, trazos, recortes, manchas coaguladas y gestos congelados… en el ademán incipiente de su propio ademán. Como una pedrada lanzada contra una vidriera (o un espejo) multicolor, la escena del suceso diario (con los personajes de cada día) se ha visto conmovida en su propia frente, a merced de un hermoso o armonioso cataclismo.

El hombre en cueros y en huesos. El hombre, su curriculum y su biografía se nos aparecen reducidos al esquema original de su contextura primaria. Se ha quebrado el cristal de la alcoba, y el desnudo ha quedado al buen aire de su geométrico vaivén. Sacudido se ha visto el espejo de un autorretrato anónimo, y la figura de fondo se nos muestra ahora entrecortada, entreverada, transfigurada y transgredida en el reverbero alternante de su propia memoria.

Cuenta una vieja leyenda cómo la verdad era al principio un inmenso espejo en el que se reflejaba el espectáculo de la creación. Un día el gran espejo se quebró. ¿Se esfumó la verdad en la catástrofe? No. Cada uno de los fragmentos (y por mínimos que sean) siguen y siguen reflejando la verdad. Desguazada la ilusión de verdad absoluta, cada una de las porciones de los cuadros de Mona Guerra continúan acercándonos a los diversos instantes de lo verdadero.

 

Santiago Amón

 

Texto para la presentación de las exposiciones de Mona Guerra en las Galerías “Odile” de Zaragoza y “Monet” de Pamplona, en los meses de marzo y abril de 1984.